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Procida: la paz hecha isla

Y una película la arrojó a la fama…

Seguramente no contará con la fama de otras islas hermanas pero lo cierto es que Procida se ha convertido en los últimos años en un destino turístico por sí sólo. La verdad es que el nombre de Procida no nos remite a nada que, a priori, nos suene a isla paradisíaca, como mucho, podríamos adivinar que se trata de un destino italiano.

Y tan cierto es que pertenece a este país mediterráneo como que Procida está considerada una auténtica isla de paz y descanso. Pertenece a la provincia de Nápoles aunque hacen falta unos 30 minutos en ferri para llegar desde la costa napolitana hasta esta isla de tan sólo cuatro kilómetros cuadrados de superficie. Un remanso de tranquilidad que por un lado se muestra con las típicas –aunque menos cuantiosas- aglomeraciones de servicios turísticos y, por otro, como parte de un mundo paralelo en el que lo tradicional sigue teniendo el valor más importante.

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Perteneciente al golfo de Nápoles –como la archiconocida Capri-, la economía de la isla de Procida se ha caracterizado en los últimos tiempos por el cultivo de cítricos y la pesca, sus dos grandes activos hasta la recién llegada del turismo. Esto explica que parte de su población –actualmente alrededor de 10.000 habitantes- se haya distribuido alrededor del puerto mayor (conocido como Marina Grande), punto al que llegan los ferris con origen en Nápoles.

Pero, un día, sin pretensión alguna, una película dio fama a Procida, un film que enseñaría al mundo una pequeña y modesta isla del golfo de Nápoles que poco tendría que ver con islas hermanas como la de Capri. Y es que en la década de los 90 se rodó en Procida la película “Il Postino”, que traducida del italiano –y como la conocemos aquí nosotros- es “El cartero (y Pablo Neruda)”.

En ella se contaba la historia real del poeta chileno Pablo Neruda, un relato que cautivó y atrapó a unos espectadores que también quedaron atrapados por un paisaje hasta entonces desconocido. Así, los turistas empezaron a visitar ese pequeño pedacito de tierra llamado Procida, una isla en que, nada más llegar, pueden verse decenas de casas descendiendo de manera escalonada de la montaña hacia el mar.

Y a pesar de la sensación de aglutinamiento de estas casas y de ese incipiente turismo del que hablábamos, Procida se caracteriza por ser la antítesis de la caótica y estresada Nápoles. Los viñedos predominan en las tierras de esta isla, pero a la vez se entremezclan con el aroma y la brisa a mar, por donde cada tarde aún siguen llegando pequeñas embarcaciones con pescados y mariscos prácticamente vivos. Rodeada de mar y con el mar como bandera, Procida alberga, además, la Escuela Naval más antigua de Europa.

Las calles serpenteantes y empinadas de Procida hacen que sus casas se hayan construido siguiendo la forma de estas vías y, por ello, tenga este aspecto de anfiteatro romano. Dicen que el mejor punto para contemplar la isla, además de desde el mar, es desde los miradores panorámicos que se encuentran en los más alto. Y si se quiere pasear por los lugares en los que se filmó la película, habrá que dirigirse hasta, por ejemplo, el Postino Café o la Postino Beach, la cafetería y la playa donde respectivamente se rodaron algunas escenas de la película.

Fotografía de Wikipedia

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