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Huacachina, el oasis que encierra una intensa historia de amor

¿Existen los oasis?

Caminar y caminar sin ver nada más que la dura y compacta arena del desierto. Desear llegar a un lugar fresco, con fría agua de la que beber y amplias sombras bajo las que reposar y cobijarse del intenso calor. ¿Un sueño? No. Los oasis existen y, tal y como siempre se han imaginado, son parajes situados en el desierto en los que se puede encontrar vegetación y agua, o lo que es lo mismo, terrenos fertilizados por una fuente de agua en medio de los arenales.

Uno de los oasis más conocidos en América Latina es el de Huacachina, ubicado a tan sólo cinco kilómetros de la ciudad peruana de Ica. Esta laguna surgió a causa del afloramiento de corrientes subterráneas, que propiciaron la aparición de abundante vegetación y un pequeño estanque de aguas de color verde, constituyendo un verdadero oasis natural en un paisaje desértico de arenas blancas.

El oasis de Huacachina, aunque seguramente desconocido por los europeos, representa uno de los lugares más populares y con mayor renombre de Perú y de toda Suramérica. Y es que no sólo su vegetación, compuesta de palmeras, eucaliptos y huarangos- típicos árboles que sirven para el descanso de las aves migratorias- conforma un atractivo suficiente para que personas de todo el país lo visiten a diario. Lo que quizás más llama la atención del oasis de Huacachina es el poder curativo que desde hace décadas le ha sido atribuido a sus aguas.

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Las aguas de la laguna de Huacachina eran antaño ricas en sustancias sulfurosas y salinas, lo que unido al cálido clima de la zona durante todo el año, contribuyó a hacer este oasis uno de los lugares más visitados de toda la costa peruana. De hecho, por la década de los 40 del siglo pasado el oasis de Huacachina se convirtió en uno de los balnearios peruanos más exclusivos de esos tiempos. A partir de entonces se construirían hoteles y casas a su alrededor y empezaría su etapa más eminentemente turística.

Un oasis de leyenda

Como siempre, el amor es atemporal y en este caso, el oasis de Huacachina también guarda una leyenda en la que el amor es el protagonista. La historia se remonta a tiempos prehispánicos, cuando una bella doncella se acercó a esta zona a llorar la muerte de su amado, un general de la ciudad de Inca. Las lágrimas de la joven, de ojos verdes y cabello negro, formaron poco a poco la laguna que aún hoy existe en Huacachina. Por ello, se dice que en algunas noches de Luna nueva los visitantes quedan sorprendidos por los lamentos de la doncella, que sigue llorando la muerte de su amado.

Fotografía de Wikipedia

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