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Las aldeas fortificadas del Valle del M’Zab

¿Cómo sobrevivir en el desierto?

En los límites del norte del desierto del Sahara, en Argelia, se encuentra un paisaje que bien podría formar parte de cualquier época del pasado: el Valle del M’Zab, con sus aldeas fortificadas construidas en las lomas formadas por la erosión, es un oasis en medio de la vasta extensión vacía del desierto.

Mzab Ghardaïa 460x305 Las aldeas fortificadas del Valle del M’Zab

Los orígenes de estos asentamientos se remontan al siglo X, cuando algunos habitantes del reino de Tiaret (en lo que hoy es Argelia) llegaron al desierto tras la absorción de su país por el califato fatimí (que se encontraba en rápida expansión por el norte de África). Eran miembros de la etnia ibadí que buscaban un lugar tranquilo donde vivir según su sociedad ancestral y su religión, el ibadismo.

Por ello se instalaron en el valle formado por el río M’Zab, en los límites del Sáhara, donde construyeron cinco aldeas fortificadas. Su sociedad gira en torno a las estructuras familiares y a su religión, por lo que permanecieron casi siempre aislados hasta la época de la colonización del norte de África. La etnia mozabí, originaria del valle, acogió y convivió con los recién llegados durante varios siglos. ¿Cuál fue la clave de su éxito en esta tierra casi yerma?

Una compleja red de canalización de aguas abastece a la comunidad y a los huertos, lo que permitió a esta sociedad vivir de manera autosuficiente durante varios siglos. Además, al encontrarse en un lugar de paso de las rutas que conectan el Magreb con el África subsahariana, se enriqueció gracias al comercio y a la venta de sus productos artesanales (alfombras, alfarería y objetos de cuero, principalmente) que hoy en día siguen vendiéndose como recuerdos turísticos. Con el tiempo, este comercio atrajo a otras etnias al valle y se construyeron dos aldeas más.

Las casas del Valle del M’Zab constituyen una muestra única de arquitectura. Las casas están construidas en círculos concéntricos alrededor de una mezquita con aspecto de ciudadela. Los habitáculos son del mismo tamaño y aspecto, sin apenas ventanas, siguiendo dos principios de la sociedad ibadí: la igualdad y el respeto por la privacidad familiar. Al encontrarse intramuros, la organización del espacio es muy estricta; si bien siempre hay lugar para los patios, espacios centrales de la vida en comunidad.

El paisaje del Valle del M’Zab fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1982, como ejemplo de un hábitat integrado al entorno. Desde luego, no tenían otra opción para poder vivir por sí mismos, y durante siglos, en el árido suelo del Sahara.

Fotografía de PhR61 en la Wikipedia.

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