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El Cristo de los Faroles, uno de los símbolos de Córdoba
Dicen del lugar que es uno de los rincones más mágicos de Córdoba y, de hecho, ha inspirado más de una canción y película en la que el monumento es protagonista. En sus orígenes era conocido como Cristo de los Desagravios y la Misericordia, aunque en la actualidad y casi por reclamación popular, todo el mundo se dirige a él como El Cristo de los Faroles.
Cabe decir que, sobre todo, El Cristo de los Faroles adquiere mayor importancia simbólica para todos aquellos devotos que disfrutan de la Semana Santa cordobesa, siendo la plaza donde se encuentra y, en concreto, el monumento en particular, un especial punto de encuentro en el Viernes de Dolores y el Miércoles y Viernes Santo.
El Cristo de los Faroles tiene su origen en la escultura realizada a finales del siglo XVIII por el artista Juan Navarro, habiendo sido promovida por el capuchino franciscano Fray Diego José de Cádiz. Está emplazada en el espacio cordobés conocido como la Plaza de los Capuchinos, un lugar que anteriormente perteneció al Convento del Santo Ángel –en particular, era el patio- antes de que fuera donado a Córdoba por ser un espacio de mucho tránsito entre dos populares barrios de la ciudad andaluza.
Hoy en día la plaza de los Capuchinos, que mantiene su empedrado original, es un popular lugar de culto en que resalta, por encima de cualquier otro elemento, El Cristo de los Faroles, una escultura tallada en piedra que representa la imagen de Cristo con cuatro clavos, una cruz y una corona de espinas.
Y si todo el mundo la conoce como El Cristo de los Faroles es porque la escultura está rodeada por ocho faroles que la iluminan de noche, un alumbrado que intentó calcar al original, construido junto a la verja en los años 20 del pasado siglo.
Como elemento simbólico donde los haya, El Cristo de los Faroles ha sido clave en el folclore andaluz, habiendo protagonizado en más de una ocasión canciones, coplas y una película homónima interpretada por Antonio Molina.
