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El Zeus de Olimpia, reinando sobre las maravillas de la Antigüedad
Una estatua de materiales preciosos para el señor de los dioses
Si el templo de Artemisa en Éfeso fue considerado una de las obras cumbre de la arquitectura clásica, el padre de la diosa no tenía nada que envidiarle: Zeus, el señor supremo de los dioses y gobernante del Olimpo, no habría podido desear una representación mejor que la magnífica estatua realizada por el escultor ateniense Fidias, e instalada en la ciudad homónima a la morada de los grandes dioses, Olimpia.
La estatua de Zeus de Olimpia debe su fama, sobre todo, al valor de los materiales que se usaron para su elaboración: marfil, ébano, oro y piedras preciosas. Era una de las estatuas más suntuosas que se conocían, realizada a la altura del señor de los dioses. Y si hablamos de altura, esta no era menos impresionante, midiendo unos 12 metros de alto.
La estatua fue esculpida por Fidias alrededor del año 432 aC para ser colocada en el templo dedicado al dios en Olimpia, uno de los centros de culto más importantes de la Grecia clásica. Según el historiador griego Pausanias, Zeus era representado sentado en un trono, con el torso desnudo y un manto en torno a las piernas, la cabeza coronada con ramas de olivo; sosteniendo con la mano derecha una estatua de Niké, la diosa de la victoria, y con la izquierda un cetro rematado por la figura de un águila. El trono estaba labrado con diversos relieves representando escenas mitológicas, conocidas gracias a las copias que se hicieron en otras estatuas.
Se dice que esta estatua fue la que unificó la imagen de Zeus en el mundo helénico, de tan magnífica como era. Sin embargo, la única reproducción gráfica de esta imagen nos ha llegado gracias a las monedas conmemorativas acuñadas en la época del emperador romano Adriano. Contaban que el emperador Calígula, celoso de la admiración que despertaba y deseando él mismo ser venerado como un dios, ordenó que cortasen la cabeza a la estatua pero que, al acercarse los ejecutores a ella, oyeron la poderosa carcajada de Zeus y huyeron despavoridos.
La desaparición de la estatua no está clara: mientras algunas fuentes señalan que sucumbió a la destrucción del santuario de Olimpia en el año 425 dC, otras sostienen que fue trasladada a Constantinopla, donde sin embargo también habría desaparecido en el incendio de la ciudad acontecido en el 475. En esos tiempos el cristianismo era ya la religión oficial del imperio romano: la destrucción del Zeus de Olimpia selló la desaparición definitiva de la gloria de los antiguos dioses.
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