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El Nido olímpico de Pekín

El estadio más moderno… y controvertido

En China todo es monumental, ya desde tiempos inmemoriales. La Ciudad Prohibida de Pekín es enorme y sorprendentemente elaborada, a pesar de haber sido construida muchos siglos atrás. Era de esperar pues que para los Juegos Olímpicos de 2008, el estadio que se construyera fuera igualmente impresionante, como lo fueron las ceremonias de inauguración y de clausura.

Estadio Olímpico de Pekín 460x297 El Nido olímpico de Pekín

El Nido (llamado así por la estructura exterior de acero que lo rodea, que asemeja las ramas de un nido) es uno de los estadios más modernos del mundo, equipado con sistemas de energía solar y de recogida del agua de la lluvia para su funcionamiento y mantenimiento. China pretendía con esta construcción una imagen de modernidad al mundo; sin embargo, en contraposición al gran hito que suponen el sistema de reutilización del agua de la lluvia y la energía solar, Pekín es una de las ciudades más contaminadas del planeta.

El estadio se construyó con bastante celeridad: los trabajos se iniciaron en diciembre de 2003, acabándose de construir con apenas un mes de margen para el inicio de las Olimpiadas. El concurso para su diseño tuvo como ganadores a los arquitectos suizos Jacques Herzog y Pierre de Meuron, quienes lo consideran el mayor logro de su carrera por el desafío técnico que suponía. El reto dio sus frutos, pues en apenas 4 años y medio se construyó el estadio más moderno del mundo, que es también la mayor estructura de acero erigida hasta la fecha.

Su construcción, sin embargo, también sacó a relucir muchos trapos sucios: los desahucios y derribos de las casas en el terreno del estadio, las pésimas condiciones de trabajo de los obreros o el exterminio de los animales callejeros que pueblan Pekín a millares. Estas y otras actuaciones de las autoridades chinas condujeron a muchos artistas a desvincularse del proyecto olímpico, como el director de cine Steven Spielberg, que rehusó hacerse cargo de la ceremonia de apertura. Paradójicamente, sí participó el artista chino Ai Weiwei, que apenas dos años después sería arrestado bajo la acusación de haber incitado a la subversión contra el régimen.

Su coste resultó no menos espectacular, alcanzando la escalofriante cifra de 423 millones de dólares. Un precio difícil de amortizar pues, aparte de los Juegos Olímpicos de 2008, sólo ha acogido otros dos eventos importantes: las finales de la Supercopa italiana en 2009 y 2011. En 2015 será también la sede de los Mundiales de Atletismo. Pero su propósito principal ya estaba cumplido: mostrar al mundo entero el poderío de la China moderna y hacer perdurar en la memoria de la gente el espectacular despliegue artístico de las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos Olímpicos.

Un nido que, como los de los pájaros, oculta una parte de basura entre sus ramas.

Fotografía de la Wikipedia.

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