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El Monte Saint-Michel, un islote de ensueño
 ¿Qué es lo que le hace especial?
Dicen las estadÃsticas que más de tres millones de personas visitan cada año el Monte Saint-Michel, constituyendo éste uno de los puntos de interés más importantes de toda Francia. De hecho, de sobras es conocido como atracción turÃstica, aunque también por su gran valor arquitectónico, principal culpable de que el Monte Saint-Michel fuera en 1979 declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.
El Monte Saint-Michel debe su nombre a la abadÃa consagrada al arcángel San Miguel (Saint Michel), sÃmbolo del islote y figura que lo corona, situada a 170 metros en la cumbre de la iglesia. Pero vayamos más despacio, y es que ¿dónde está ubicado exactamente el Monte Saint-Michel? Pues está situado en la antigua región de NormandÃa, hoy dividida en dos zonas –Alta NormandÃa y Baja NormandÃa-, en el departamento de la Mancha.
Aunque el pueblo se extiende más allá de la isla, ésta sin duda configura el punto más importante del mismo. Y se le llama isla al Monte Saint-Michel porque, en principio, está bañada completamente y por todos sus costados por el océano Atlántico. No obstante, las mareas han ido variando durante toda la historia y por muchos siglos el islote sólo era accesible por vÃa terrestre cuando bajaba la marea: cuando subÃa, sólo se podÃa llegar al Monte Saint-Michel por mar. Hoy, en cambio, existe una carretera que culmina a los pies de la roca, no siendo necesario esperar la bajada de marea.
Construcción de sueño
La leyenda cuenta que el Monte Saint-Michel fue creado en el año 708  por el empeño de un obispo llamado Aubert, quien mandó erigir un santuario en honor al arcángel San Miguel después de haber soñado con él tres veces. Convertido en lugar de peregrinación, en la parte baja se desarrolló un pueblo mientras que en la abadÃa empezaron a instalarse monjes benedictinos. Con los años, el Monte Saint-Michel cobró importancia como punto estratégico militar, siendo muy relevante su papel en la conocida como guerra de los 100 años.
Esta especie de ciudadela medieval es, por tanto, testimonio de varios episodios históricos aunque su valor no solamente reside en su reconocido pasado. Y es que la impresionante abadÃa, visible desde la lejanÃa como una imponente fortaleza, convive con otras construcciones no menos impactantes en las que el románico y el gótico combinan de forma perfecta.
Dicen los que han visitado el Monte Saint-Michel que en dÃas grises el islote puede parecer algo tétrico, nada que ver con la apariencia del monte en un dÃa soleado. Pocos lugares de Francia, de hecho, son tan visitados como este rincón, aunque sólo un tercio de los que se desplazan hasta él ascienden los 80 metros necesarios para poder ver la estatua del arcángel San Miguel. La mayorÃa, por tanto, se quedan prendados de la cantidad de pequeños comercios situados en la principal calle de subida, donde se pueden comprar souvenirs de todo tipo.
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