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Masada, una fortaleza construida en la roca
Una ciudadela perdida en el desierto
En los límites del desierto de Judea y del Mar Muerto, en Israel, se alza una meseta solitaria. En esencia podría ser como cualquier otra roca del desierto, pero fijándonos con atención, observamos las ruinas que asoman en el perfil de la montaña: las de Masada, una fortaleza casi inexpugnable construida en un lugar donde no hay nada que defender.
Los registros arqueológicos indican que Masada probablemente se construyó a principios del siglo I aC como un refugio en las proximidades del Mar Muerto, un lugar fácil de defender frente a las tribus del desierto. Sin embargo, fue el rey Herodes quien, pocas décadas más tarde, lo fortificó y se hizo construir un palacio. Pero, ¿por qué construir un palacio en un lugar donde no había nada sobre lo que reinar, una fortaleza donde no había nada que defender?
Según el historiador romano de origen judío Flavio Josefo, Masada era en realidad una cárcel ostentosa, destinada a la mera supervivencia frente a dos amenazas: una era su propio pueblo, disgustado con él por haberse aliado con los romanos; la otra provenía de la soberana de Egipto, la reina Cleopatra, que posiblemente contemplaba Judea como parte de los dominios ancestrales de Egipto y de la que Herodes temía su influencia sobre Marco Antonio, amo romano del oriente.
Masada es, pues, el producto de la obsesión por la supervivencia, y a la vez una extraordinaria muestra de habilidad constructora. Construida en las paredes de la meseta, alberga todo lo que una ciudadela tenía: viviendas, palacetes, instalaciones militares e incluso templos; todo ello comunicado a través de las escaleras practicadas en la roca, el llamado “camino de la serpiente”. En lo alto de la meseta se podía cultivar alimento, y un sistema de canalizaciones llevaba agua al interior de la fortaleza.
Así pues, Masada era la fortaleza perfecta, aparentemente inexpugnable. Sólo los romanos consiguieron conquistarla, en el transcurso de la Primera Guerra Judeo-Romana (66 dC) mediante la hábil estrategia de construir una rampa para alzarse hasta la fortaleza. Casi todos los habitantes de la ciudadela prefirieron suicidarse antes que caer prisioneros; por ello, Masada se convirtió en un icono para el movimiento sionista.
Hoy en día, Masada forma parte de la Reserva Natural del Desierto de Judea y del Patrimonio de la Humanidad. Es una visita interesante, que puedes realizar alquilando un coche en Jerusalén y dirigiéndote hacia Arad. Puede que hayas visto muchas fortalezas, pero Masada es única.
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