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Luxemburgo, una pequeña joya europea

El Gran Ducado de Luxemburgo es uno de los estados más pequeños de Europa, pero sin duda merece una visita. El centro histórico de su capital, llamada también Luxemburgo, fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1994 y el resto del país bien podría merecerlo. Como es tan pequeño, se puede recorrer fácilmente en un día o dos todo lo que queda fuera de la capital.

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Pero empecemos por el principio. En la ciudad de Luxemburgo hay varios lugares de interés, pero destacan sobre todo sus fortificaciones y palacios (en especial el Gran Palacio Ducal, residencia del Gran Duque, jefe de estado del país). Estos edificios se encuentran en la ciudad antigua, que alberga también otras joyas como la catedral neogótica de Notre Dame, dos museos (de historia y arte) y gran cantidad de calles y plazas encantadoras.

Fuera del centro histórico hay otros lugares que merece la pena visitar, situados en lo que llaman el Grund (valle): el Museo de Historia Natural o la abadía de Neumünster son los lugares más conocidos, pero es recomendable pasear por sus calles medievales, que son uno de los focos de vida nocturna de la ciudad.

Ya fuera de la ciudad, hay tres visitas ineludibles: La primera es el hermoso y tranquilo pueblo de Vianden, famoso por su castillo y su escenario de postal junto al río Our; unos telesillas llevan a un punto elevado donde se consiguen unas fantásticas vistas del pueblo y el valle. La segunda es el pueblo de Echternach, la población más antigua del país (fundado en el año 698): una auténtica joya medieval por sus casas y edificios románicos. La última es el valle de Moselle, cuyas laderas están pobladas de viñas y encantadoras aldeas.

Dicho todo esto, queda claro que Luxemburgo es un destino que, no por pequeño, merece ser menos visitado; prueba de ello es que se trata de uno de los principales destinos turísticos de Europa. ¿Pero cuándo? La mejor época para visitarlo es en primavera, puesto que el invierno es duro y en verano las multitudes de turistas pueden restarle encanto. ¿Y cómo? Pues bien viajando hasta allí en coche, en avión o en tren.

Por su pequeño tamaño, también resulta una opción ideal para una visita rápida en un viaje a los países vecinos (Francia, Alemania y Bélgica). Es un país que se puede conocer en dos o tres días y que a bien seguro merece un desvío de la ruta principal.

Fotografía de Jerome Herr en la Wikipedia.

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