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Los templos de Kyoto

Hablar de Kyoto es hablar de templos. La hermosa y antigua ciudad japonesa es famosa por sus numerosos templos y cuenta con algunos particularmente emblemáticos: el Pabellón Dorado, el Pabellón Plateado y el Templo del Agua Pura.

Kyoto Pabellón Dorado 460x344 Los templos de Kyoto

El primero es una imagen mil veces reproducida en postales y libros de fotografía: el hermoso Pabellón Dorado con su imagen reflejada en el agua. El segundo es menos conocido visualmente porque, al contrario de lo que su nombre indica, no es plateado, aunque sus jardines ofrecen una de las mejores vistas de Kyoto. Y por último, el que para mí es una de las mayores joyas de la antigua ciudad: el Templo del Agua Pura, Kiyomizu-dera. Y no debe serlo sólo para mí, pues figuraba entre las candidatas a las siete nuevas maravillas del mundo (aunque finalmente no resultó elegida).

Kiyomizu-dera es, si no el más hermoso, de seguro el más impresionante de los templos de Kyoto: situado al borde de un peñasco, en el cual se sustenta, se dice que desde su balcón la gente se arrojaba al vacío para suicidarse (aunque se dice también que la mayoría sobrevivían). Desde allí se puede conseguir también una buena vista sobre la ciudad, pues se encuentra en una colina.

Kiyomizudera 2 460x344 Los templos de Kyoto

Pero este templo destaca también por un par de cosas curiosas. La primera son las llamadas “piedras del amor”, dos piedras separadas por unos seis metros. Se dice que si una persona es capaz de caminar de una a la otra con los ojos cerrados sin desviarse, encontrará el verdadero amor. Resulta gracioso ver los grupos de adolescentes niponas intentándolo o probarlo uno mismo (la gente incluso te anima). La segunda es la cascada de Otowa, cuyas aguas caen en un estanque a través de tres canales que representan la salud, la sabiduría y la longevidad. Puedes beber hasta de dos de ellos, pero estás advertido: si bebes de los tres, tu avaricia te traerá mala suerte.

Los templos de Kyoto poseen algo mágico, incluso cuando son tomados por las riadas de turistas; sin embargo, la mejor manera de empaparse de su atmósfera es ir cuando los visitantes todavía no han llegado. En toda la ciudad, aun en las partes modernas, se respira aún esa atmósfera atemporal que la caracteriza, más aún en las afueras. Kyoto es un mundo distinto del bullicio de Tokyo, un lugar donde el pasado y el presente son reales por igual.

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