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Las auténticas Islas Vírgenes

A menudo valoramos lo paradisíaco de un lugar de costa por cómo de vírgenes son sus playas: arenas blancas y desiertas y aguas cálidas y en calma que conservan su esencia más pura y bella. Nadie puede negar que éste es el anhelo de muchos turistas de todo el mundo que buscan en estos parajes casi desconocidos la instantánea más bella jamás conseguida.

¿Dónde poder llevar a cabo este sueño, te estarás preguntando? Aunque islas prácticamente vírgenes existen en muchos países, normalmente a las que los turistas suelen acudir son de todo menos poco habitadas y explotadas. La economía de aquellos lugares se ve fuertemente favorecida por todo tipo de actividades turísticas y, por desgracia, el encanto que del que se suele hacer gala acaba brillando por su ausencia.

Uno de los destinos que ofrecen este tipo de experiencias son, casualmente, las islas Vírgenes, y digo casualmente porque pareciera que ya el propio nombre nos indica la principal característica del enclave. Rodeadas por una sesentena de islotes más pequeños, las islas Vírgenes conforman un archipiélago en el mar Caribe al este de la isla de Puerto Rico. Éstas pueden dividirse en dos o tres zonas: las islas Vírgenes Británicas, las de los Estados Unidos y, aunque no reconocidas en algunos lugares, las Españolas o de Puerto Rico.

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Un valor de 25 millones de dólares

Las islas Vírgenes fueron descubiertas por Cristóbal Colón en el 1943, un año después de la descubierta de América. Éste las nombró ‘Santa Úrsula’ y ‘las Once Mil Vírgenes’, apodo del que finalmente se desprendería el actual nombre. En el archipiélago vivieron varias poblaciones, todas desaparecidas gradualmente a causa de enfermedades, esclavitud y asesinatos. Aunque las islas Vírgenes fueron propiedad de Dinamarca desde 1672, este país las acabaría vendiendo a Estados Unidos por la cantidad nada despreciable de ¡25 millones de dólares!

 

Islas ¿vírgenes?
A las poblaciones autóctonas les siguieron esclavos que vivían principalmente para las plantaciones de caña de azúcar y cuyos descendientes siguen habitando en las islas Vírgenes Británicas. El que parece en principio un pequeño paraíso tropical –de hecho hay lugares como Santo Tomás que ofrecen playas de arena blanca casi vírgenes- es también hoy en día un paraje muy castigado por el ir y venir diario de turistas. Cada semana llegan cruceros cargados de visitantes que según los lugareños perjudican gravemente la naturaleza de la zona. Sinceramente, una pena…

 
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