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La belleza interior de Villa Farnesina

Cuando uno piensa en las villas italianas puede imaginarse de tres tipos: unas son suntuosas, con elaborados edificios y grandes jardines; otras, en cambio, tienen un aire más descuidado, como la que aparece en la película Bajo el sol de la Toscana. Por último, hay las de aspecto severo que por fuera y que, sin embargo, en su interior esconden agradables sorpresas. Entre estas últimas, en Roma, se encuentra Villa Farnesina.

Salle delle Prospettive Villa Farnesina 377x460 La belleza interior de Villa FarnesinaA primera vista, Villa Farnesina de diferencia de otras mansiones por su estilo sobrio. Sin embargo, una vez traspasado el umbral de la puerta, nos internamos en un auténtico lienzo elaborado sobre las paredes y los techos de las estancias: este es el tesoro de Villa Farnesina. Los frescos que decoran el interior de la casa fueron elaborados por varios artistas renacentistas, algunos tan afamados como Rafael, e incluso el responsable de la construcción de la villa, el arquitecto y pintor Baldassare Peruzzi. De entre ellos, los dos más famosos son la Logia de Psique y El triunfo de Galatea, ambos de Rafael; y la Sala de las Perspectivas, que asemeja el interior de una villa de la Antigüedad.

La villa fue construida entre 1505 y 1511 extramuros de las antiguas murallas romanas de Roma, en los terrenos que antaño fueran los viñedos del emperador Julio César. Dice la leyenda que César alojo secretamente, en un palacio situado en estos terrenos, a su amante y reina de Egipto Cleopatra. Siglos más tarde, el lugar reviviría la fastuosidad de la época romana, cuando la villa proyectada por Peruzzi fue adquirida por el cardenal de Roma y alojó a célebres invitados: príncipes, artistas, incluso al Papa.

Actualmente la villa sigue recibiendo visitas animadas, pero de otro tipo, pues se encuentra en el histórico (y por ende, turístico) barrio del Trastevere. Es una visita que debe realizarse con calma si se quiere disfrutar al máximo, debido al gran número de frescos que hay por admirar. Al terminar, si no es muy tarde, lo ideal es tomarte un descanso en los jardines o acercarte a las orillas del Tíber, que discurre casi junto a la villa.

A pesar de no ser tan emblemática como otros edificios de la capital italiana, Villa Farnesina es una visita que no debería perderse ningún amante del arte, especialmente del Renacimiento. Eso sí, lo dicho: tómatelo con calma o acabarás con tortícolis, pues algunas de las mejores obras se encuentran en el techo.

Fotografía: Fragmento de la Sala de las Perspectivas, de Baldassare Peruzzi.

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