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El Templo de Hatshepsut en Deir El-Bahari

Los viajes a Egipto suelen incluir un sinfín de visitas a templos y tumbas. De entre estos hay algunos que son mundialmente famosos, como es el caso del templo de Deir el-Bahari, cerca de Luxor (la antigua Tebas, capital de Egipto durante la XVIII dinastía). En realidad no es una sola construcción, sino un complejo de tumbas y monumentos funerarios; pero uno en particular suele acaparar la atención: el templo de la reina-faraón Hatshepsut, conocido también como Dyeser-Dyeseru.

Templo de Hatshepsut 460x345 El Templo de Hatshepsut en Deir El Bahari

Lo primero que llama la atención es su bella fusión con el entorno: construido en forma de varias terrazas superpuestas, con una rampa central que asciende hacia ellas, se diría que está tallado en la propia pared de la roca. Tal vez no es el más impresionante de los templos de Luxor, pero sin duda sí es uno de los más bellos; fue diseñado por uno de los más célebres constructores de la historia de Egipto, el arquitecto real Senmut. El patio superior ahora está en ruinas, pero uno puede imaginarse todavía como debió de haber sido en su tiempo; que, como ya veremos, no fue mucho.

Al entrar, sin embargo, la sensación cambia: muchas efigies y grabados están destruidos. Esto no fue obra de los saqueadores de tumbas, sino por orden del propio faraón: Tutmosis III, sucesor de Hatshepsut. Este acto se explica como una venganza, pues Hatshepsut fue durante años la regente de Tutmosis, hijo de una esposa secundaría del anterior faraón, y este le guardaba rencor porque sentía que le estaban arrebatando un trono que era suyo. Cuando Hatshepsut murió, mandó borrar todos los rastros del reinado de su tía para hacerla caer en el olvido.

Hatshepsut fue una de las pocas mujeres faraón de la historia de Egipto, y sus afectos entre el pueblo estaban divididos: querida por algunos, pues bajo su gobierno reinó la paz; odiada por otros, que veían en ella una reina débil que no expandió sus dominios ni llenó de oro las arcas de Egipto, además de considerar que una mujer no podía ocupar el trono de Horus. Una reina que fue condenada al que en aquellos tiempos era el mayor de los castigos: que su nombre fuera borrado de su tumba, de manera que los dioses nunca pudieran encontrarla y su alma vagara para toda la eternidad.


Foto de Ian Lloyd en la Wikipedia.

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