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El Río Miño y sus misterios

A veces nos empeñamos en hablar de mar y costas cuando no sólo éstas nos ofrecen panorámicas realmente espectaculares. Los ríos, como primos hermanos de las playas, también nos sorprenden a su paso por determinadas regiones, algunas ya de por sí de una belleza infinita. Hace ya un tiempo hablamos del Ebro, el más importante río de la península. No obstante, otros ríos tiñen de azul poblaciones que nada tienen que envidiar a las bañadas por el Ebro.

El Miño, en este sentido, es una muestra perfecta de cómo un río puede ensalzar aún más lo impresionante de un territorio. Y es que el Miño discurre casi íntegramente por la Comunidad Autónoma de Galicia, una de las más espectaculares del país. Igual de cierto es que no sólo encontramos ríos en Galicia: sus playas son tan especiales que algunas se han ganado el calificativo de ‘mejor playa de España’.

No obstante, volviendo de nuevo al Miño, éste desemboca en el océano Atlántico, siendo su tramo final la frontera entre España y Portugal. De 340 kilómetros, el río Miño es, además, el más caudaloso de Galicia y navegable en algunos tramos en sentido transversal y longitudinal y en su desembocadura, en la que forma un estuario entre las poblaciones de La Guardia y Caminha.

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Leyendas sobre el Miño

Dejando conceptos geográficos aparte, por todos es sabida la tradición de ‘meiras’ y hechiceras que existe en Galicia. Lo esotérico y misterioso cobra vida en cualquier rincón de la Comunidad, aunque bien es cierto que son aquellas villas más pequeñas y recónditas las que siguen creyendo en este tipo de supersticiones y brujería. El río Miño también ha sido objeto de algunas leyendas, fomentadas en mayor medida por la tradición oral.

Antiguamente, por ejemplo, se contaba que los personajes mitológicos gallegos vivían en la cuenca del río Miño. ¿Existía una mitología específica de Galicia, te estarás preguntando? Pues según los habitantes de pequeñas poblaciones esto era así: en el Miño habitaban ‘feiticeiras’ (hechiceras), Xarcos –escondidos en pozos ubicados por toda la cuenca- y ‘hombres pez’, pudiendo éstos vivir tanto en el río como fuera de él.

Otras leyendas cuentan que cuando los romanos llegaron a la Península éstos pensaron que el Miño era un río embrujado. Y es que, además, los romanos pensaban que tras la niebla que cubría parte de la desembocadura se escondía el final de la Tierra –‘finis terrae’-, un acantilado que les conduciría al vacío más profundo.

Foto de Ferlomo en Flickr

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