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Cabezas reducidas del amazonas

Un duro castigo para los enemigos

Todos hemos visto alguna vez, por muy grimoso que parezca, una cabeza reducida. Desde luego, no me refiero a algo que puedas ver en tu día a día, sino en películas o documentales que hacen referencia al tema. Sí, cabezas reducidas: cabezas pequeñitas, arrugadas, con una larga cabellera. Y humanas.

Las cabezas reducidas son una antigua costumbre del pueblo de los Shuar, que recibieron el nombre de Jíbaros por parte de los españoles. ¿Dónde los podemos encontrar? Son originarios del altiplano ecuatoriano, en las fuentes del Amazona y el norte del río Marañón. La peculiaridad de estas personas, y en parte por lo que son recordados, es por su agresividad y capacidad de reducir la cabeza de sus enemigos.

 

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¿De dónde procede la tradición? Cuando conseguían una victoria contra un enemigo, los jíbaros conservaban el mejor testimonio posible, una prueba irrefutable: la cabeza. Lógicamente, no tiene mucho sentido coleccionar cabezas de tamaño natural, por lo que las reducían una vez cortadas. De todas maneras, has de tener en cuenta que el objetivo no era sólo tener un trofeo, sino que detrás también había creencias relacionadas con los espíritus.

Varias personas buscan estas cabezas cuando están por la zona, y es que no dejan de ser algo curioso y diferente. Al reducir la cabeza del enemigo se esperaba que el espíritu de éste no pudiese volver para vengarse. El guerrero debía llevar a cabo un complejo ritual destino a encerrar el alma del difunto en su propia cabeza, reducida con mucho esmero. Por ejemplo, debía coser el corte de la nunca, los ojos y la boca, y pintar la piel de negro. El alma del enemigo quedaba atrapada en la oscuridad.

Fotografía de Flickr

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