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La Ruta del Incienso y las ciudades del desierto del Neguev

A veces, las tierras aparentemente más áridas pueden esconder grandes tesoros. Es el caso del desierto del Neguev, entre Israel y Jordania: en él se encuentran las ruinas de las antiguas ciudades de los nabateos, un pueblo nómada que vivía en los oasis de Arabia. A pesar de tratarse de un pueblo de beduinos, construyeron algunas ciudades donde asentarse, que formaban la llamada Ruta del Incienso de Arabia.

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La mayoría de las ciudades nabateas se encuentran en tierras de Israel, al sureste del país. Las cuatro más conocidas son Avdat, Haluza, Mamshit Kurnub y Shivta, pero también existen una serie de fortalezas y lo que en el pasado fueron canales de irrigación. Las ciudades y fortalezas nabateas del desierto del Neguev, así como el itinerario de la Ruta del Incienso, fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2005.

Estas ciudades, de más de dos milenios de antigüedad, cumplían la función de puntos de abastecimiento: las rutas que unían África, Asia y Europa debían pasar todas por Arabia, aunque el predominio de la navegación marítima marcó su declive a partir del siglo II y las condenó a ser abandonadas. Aun así, suponen un patrimonio muy valioso, especialmente por sus sistemas de irrigación, que permitían a los habitantes de las ciudades cultivar la tierra y vivir en ellas de forma permanente. Otras construcciones muy destacables son los caravasares, edificios con un gran patio interior destinados al descanso de los caravaneros y sus camellos.

Más al este, poco después de cruzar la frontera con Jordania, se encuentra la conocidísima ciudad de Petra, la joya de las ciudades nabateas. Aunque ahora esté en ruinas a causa de los terremotos y el tiempo de abandono, en otros tiempos fue un floreciente oasis situado en una encrucijada de las rutas comerciales. Los nabateos desarrollaron un sistema de canales y embalses que conducían el agua de los ríos al norte de la ciudad, creando así un oasis artificial que permitía vivir en medio del desierto.

Gracias al reconocimiento por parte de la UNESCO, las ciudades del desierto del Neguev han cobrado nueva vida. Los beduinos, que en las últimas décadas se habían trasladado a las ciudades y abandonado su forma de vida nómada, están volviendo a los oasis para ganarse la vida como guías; y los camellos, sus monturas, vuelven a ser la posesión más preciada para un beduino.

Fotografía de Etan Tal en la Wikipedia.

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