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La Gruta Azul, agua fosforescente en Capri
En ocasiones, lo más sencillo puede suponer el espectáculo más bello, como la Gruta Azul, situada en la Isla de Capri, en el golfo de Nápoles. Recibe su nombre a raíz del tono azul de sus aguas, brillantes, vivas, que captan todas las miradas.
La entrada a la Gruta Azul no es muy grande, mide tan sólo 50 cm. de alto y metro y medio de ancho a nivel de mar. La sorpresa la encontramos en el interior, en una cueva con 60 metros de largo y 25 de ancho. Además, por debajo del agua el agujero es aún mayor. ¿Qué conseguimos con esto? Que entre mucha luz por varios puntos diferentes de la cueva, inundándola de un color azul turquesa único.
El agua de la Gruta Azul tiene un cierto toque fosforescente. Esto es debido precisamente a la apertura inferior de la piedra caliza, totalmente sumergida. La luz solar procedente desde abajo le otorga ese toque diferente que la convierte en una auténtica maravilla de la naturaleza.
Cuenta la historia que los emperadores romanos que se hospedaban en Capri ya conocían la Gruta Azul y la utilizaban como baño privado. Existen varias leyendas alrededor de esta cueva, y algunas hacen referencia a que los pescadores no querían entrar en la Gruta Azul por miedo a encontrarse con el mismísimo fantasma de Tiberio. Según parece, el lugar no sería popularizado hasta que el pintor alemán Kopisch la diese a conocer.
Desde aquel entonces, la Gruta Azul se ha ido popularizando más y más. Actualmente es una atracción turística muy conocida, y es que se puede visitar accediendo en una embarcación hasta el interior de la misma. Eso sí, no siempre es posible y no es del todo una tarea fácil.
Para acceder a la Gruta Azul el mar ha de estar en calma y el nivel no muy alto. Aun así, para entrar es necesario ir sentados con la cabeza agachada y, dependiendo de la situación y de al altura de cada uno, es posible que orden a los pasajeros a estirarse.
Fotografía Gruta Azul – Wikipedia
